miércoles, 7 de enero de 2009

Hoy quisiera hacer una mención especial a mi querido abuelo Miguel.


Mi yayo murió hace ahora 4 años, a la edad de 80 años. De él tengo numerosos y estupendos recuerdos, desde cuando jugaba a casitas conmigo, su única nieta, y se agachaba debajo de la mesa durante horas, haciendo comiditas para todas mis muñecas o jugando a cartas o al parchís, pasando por cuando me sacaba a pasear por el Grao para que todas sus amistades (mi abuelo era muy conocido) para que vieran a su nieta que había venido a verle o subíamos a las vías del tren y esperábamos a ver pasar el tren mientras hablábamos de nuestras cosas, hasta cuando me hacía rabiar aposta diciéndome cosas que sabía que me sacaban de mis casillas jeje. La verdad es que siempre fui su ojito derecho, y eso que primero quería que yo fuese un niño!

Poco antes de morir hizo realidad uno de sus sueños: publicar un libro. Éste se presentó pocos meses antes de morir, cosa que le hizo mucha ilusión. El libro, titulado Memorias del Grao de Castellón, trata sobre el Grao que conoció mi abuelo y cuenta con numerosas fotografías. Él me dedicó uno de los ejemplares, el cual guardo con gran cariño en una de las principales estanterías del comedor de mi casa, delante de todos los demás libros, para que todo aquel que entre lo vea.

Es triste que las personas se tengan que ir para echarlas de menos. Yo quería mucho a mi abuelo Miguel, pero he de reconocer que siempre estaba riñendo con él, pues me pinchaba y yo caía, que listo era y yo que tonta. Aunque yo hago lo mismo con mis primitos pequeños de 5 años, Joel y Lucía, me paso el día haciéndolos rabiar. Supongo que es ley de vida.

No te olvidaremos nunca abuelo.

2 comentarios:

Miguel dijo...

Qué entrañable entrada, Marta... casi has hecho que se me saltaran las lágrimas. Es bonito y reconfortante (y emocionante) recrearse en estos retazos de nuestra infancia repletos de amorosos recuerdos. Me gusta la sinceridad y frescura con la que escribes.

Un beso.

P.D Ves a mi blog que te he dejado un meme.

Yolanda dijo...

La ausencia de los seres queridos es más palpable cuanto más tiempo pasa, aunque se crea lo contrario. Conforme nos acercamos a la edad en que ellos se fueron los sentimos más cercanos, nos identificamos más con ellos. Con los años los buenos recuerdos ganan terreno a los ingratos. Los abuelos tienen una ternura especial, más paciencia que los padres y más tendencia a las travesuras. Un refrán dice que "quien no conoció abuela no probó cosa buena". Guarda bien esos recuerdos de tu abuelo y su libro, son parte de ti.
Un abrazo.